Al borde de sus playas soleadas, Sara Bagot se transforma en Moi. Pintora desnuda de artificios, cambia voluntariamente el aura de artista y de convención por la delicadeza de crear en traje de baño de dos piezas.
Nacida en Toulouse en 1990, ahora tiene su estudio en Andorra -acunado por el venerable silencio de las montañas-, un entorno de trabajo no muy distinto de su fascinación original por la arquitectura. En el lienzo, la artista adora la disciplina de los edificios cuyas formas crudas y líneas puras hacen de la villa con piscina el templo del momento presente y de la bella soledad.
Pero el arte es para el público lo que el aislamiento es para la creación. Necesario. En 2016, Moi decidió compartir su trabajo. Desde entonces, ha realizado una serie de exposiciones y colaboraciones con la esperanza de unir el arte con nuestra vida cotidiana. En la parte trasera de un casco de moto, en el hueco de una navaja, en el borde redondeado de una mesa de café, cualquier superficie es un buen lugar para pintar para calmar al espectador que, frente a sus obras, implora: "Moi, háblame otra vez".
Más allá de nuestro siglo de alta velocidad, la artista ofrece un momento de pausa en el hueco de sus olas de pastel. Llevada por un arrasador segundo grado, pinta, no desarmada por la audacia, este mundo de arte abstracto y figurativo del que sólo ella es la inspiración.
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